En el año en curso, 2025, David Hardy (nacido en 1936), a sus 89 años, es el artista de ciencia ficción vivo de mayor edad, con una carrera que abarca más de seis décadas.
Libros, películas, comics... una galaxia de visiones sobre lo que nos espera en el mañana
En el año en curso, 2025, David Hardy (nacido en 1936), a sus 89 años, es el artista de ciencia ficción vivo de mayor edad, con una carrera que abarca más de seis décadas.
A raíz del enorme éxito que obtuvo Alfonso Cuarón con “Gravity” (2013), se produjo un renovado interés por las películas espaciales en las que los rigores y riesgos del viaje interplanetario se retrataban con una meticulosidad rara vez antes vista en el cine de CF. Ahí tenemos títulos como “El Marciano” (2013), de Ridley Scott; “Europa One” (2013), “Rumbo a lo Desconocido” (2013), “Life” (2017), “Un Espacio entre Nosotros” (2017), “Cielo de Medianoche” (2020), “Polizón” (2021), “I.S.S.” (2023) o “Rescate Lunar” (2023). En la televisión, esta moda se materializó en series como “The Expanse” (2015-22), “The First” (2018), “Away” (2020), el docudrama de National Geographic “Marte” (2016-18) o películas basadas en hechos reales, como “Salyut 7” (2017) o ”First Man” (2018). Pues bien, “Ad Astra” pertenece a esa misma categoría temática y temporal.
“El Prisionero” apareció en una época en la que el éxito de “Los Vengadores” (1961-69) había convertido la televisión en un entorno seguro para otras series de ciencia ficción de producción británica, como “Doctor Who” (1963- ), “Los Invencibles del Némesis” (1968-69), “Joe 90” (1968-69), “OVNI” (1970-71), o la que ahora nos ocupa, “El Prisionero”, un producto de culto, destinado a un nicho de espectadores dispuestos a afrontar un desafío intelectual por encima de la actitud pasiva ante un producto de mero entretenimiento. En su época fue una serie extraordinariamente avanzada que logró una validez atemporal que le ha permitido mantener su vigencia incluso hasta hoy.
Si tienes más de treinta años y la frase "película de zombis de Arnold Schwarzenegger" no te pica mínimamente la curiosidad, es que no estás leyendo el blog adecuado. Y el caso es que, repasando su carrera, sorprende que el bueno de Arnold no se haya enfrentado nunca a un apocalipsis zombi. Se las ha visto de todos los colores luchando contra un extraterrestre asesino en “Depredador” (1987), sobreviviendo a futuros distópicos en “Perseguido” (1987) o asociándose con su propio clon contra una conspiración corporativa en “El Sexto Día” (2000); fue un androide asesino imparable en la saga de “Terminator”; quedó embarazado en “Junior” (1994); interpretó a un supervillano de cómic en una de las peores películas de superhéroes, “Batman y Robin” (1997), e incluso luchó contra el mismísimo Diablo en “El Fin de los Días” (1999). Quizás lo más cerca que estuvo de protagonizar una película de zombis fue cuando lo seleccionaron para encarnar a Robert Neville en lo que finalmente y con otro actor se convirtió en “Soy Leyenda” (2007).
(Viene de la entrada anterior)
“El Abonado” se publicó originalmente en el número de agosto-septiembre de 1953 de “Amazing Stories”.
Un "hombrecillo” (más tarde se revela que su nombre es Critchet), con aspecto exhausto tras un día de duro trabajo, acude a la estación de tren para comprar un abono con destino Macon Heights. El vendedor, Ed Jacobson, le dice que ese pueblo jamás ha figurado en ninguna ruta ferroviaria. Cuando el viajero empieza protestar asegurando que eso es imposible, se evapora en el aire instantáneamente.
La space opera moderna, si bien mantiene la esencia de la aventura épica a escala galáctica, ha evolucionado significativamente respecto a sus predecesoras clásicas de comienzos y mediados del siglo pasado. Hoy, este subgénero presta mucha mayor atención a la política y la sociedad, introduciendo intrigas más elaboradas con facciones diversas que operan de acuerdo a motivaciones ambiguas o complejas; explora sistemas sociales, religiosos y políticos de civilizaciones y razas alienígenas; aborda temas relevantes como la moralidad de la guerra, las consecuencias de la expansión humana o el impacto de ciertas tecnologías; introduce personajes más matizados psicológica y moralmente, que no encajan fácilmente en los arquetipos tradicionales; hace gala de un mayor rigor científico; y tiene una escala épica que sigue comprendiendo imperios inmensos, batallas espaciales y viajes interestelares pero combinada con una reducción del foco a la problemática de ciertos planetas o entornos, pero siempre transmitiendo la sensación de grandeza y diversidad del universo.
Si hay un tema sobre el que hoy se esté hablando de manera continua y que está afectando ya a múltiples ámbitos de nuestra vida cotidiana aunque no lo percibamos así, es la Inteligencia Artificial. Su previsible impacto en todos los órdenes de nuestra vida personal y social está ya poniendo sobre la mesa toda una serie de complejos dilemas éticos, sociales y económicos. Ya existe un intenso debate acerca del desafío que va a suponer alinear el progreso tecnológico con los valores humanos para que todo el mundo pueda beneficiarse de lo que puede ser un avance tecnológico sin precedentes. Y la Ciencia Ficción, fiel a su tradición, es uno de los participantes más activos de ese debate global, aunque sea desde sus márgenes. De hecho, el género ya lleva muchos años especulando sobre el tipo de sociedades que podrían llegar a modelar las inteligencias artificiales. Un ejemplo de ello es la película coreana “Wonderland”.